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Las cifras son asombrosas desde cualquier perspectiva, con 5 víctimas mortales y casi 200 víctimas identificadas en un brote de E. coli O157:H7 que ha arrasado hasta ahora 35 estados. Tradicionalmente, cuanto mayor es el número de víctimas, más fácil es para los investigadores realizar una investigación de rastreo e identificar el origen preciso de la bacteria. Por desgracia, se desconoce el origen exacto de la bacteria E. coli, aunque los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) han aislado la región de cultivo de donde proceden todas las lechugas romanas contaminadas. Según Scott Gottlieb, comisionado de la FDA, la región de Yuma, en Arizona, que suministra el 85% de la lechuga romana del país durante los meses de invierno, albergaba todos los envíos implicados. Más allá de eso, sin embargo, el comisario Gottlieb declaró que es imposible decir si la lechuga romana fue contaminada en la cosecha, durante la entrega, o por quién. La cuestión se complica por el hecho de que gran parte de la lechuga romana vinculada al brote se consumió a partir de bolsas de lechuga romana troceada (lista para ensalada) que, durante la producción, se hace mezclando lechugas romanas de muchos proveedores o explotaciones de origen.
Según los CDC, la lechuga romana que se encuentra ahora en el mercado se puede consumir sin peligro, porque la lechuga romana contaminada se cosechó por última vez en abril y su caducidad de 21 días ha expirado. A diferencia de otros alimentos, como la fruta o los productos envasados, este brote puede darse por concluido, ya que la lechuga romana no se congela tradicionalmente (lo que no mata la E. coli) ni se utiliza en productos desecados, que tienen un periodo de conservación prolongado. Los CDC no esperan que se produzcan más casos de esta cepa concreta de E coli O157:H7 a raíz de este brote, aunque sigue siendo posible que se produzcan infecciones secundarias y contaminación cruzada.
Aunque el recuento oficial es actualmente de 197 víctimas identificadas, se cree ampliamente que esto es sólo la punta del iceberg en cuanto al número de víctimas en este brote de E. coli O157:H7 en la lechuga romana. Los CDC estiman que en un brote como éste, sólo una de cada treinta víctimas recibirá la atención médica adecuada y las pruebas necesarias para ser reconocida en el recuento oficial de víctimas. Dado que la E. coli O157:H7 es una enfermedad de declaración obligatoria, y que es una de las pocas cepas de E. coli productoras de toxina Shiga que se pueden identificar en un cultivo de rutina, la realización de un cultivo de heces pondrá (en la mayoría de los casos) a los investigadores sanitarios sobre aviso de la presencia de esta enfermedad altamente transmisible. Cuando las personas no buscan atención médica, ya sea porque deciden sobrellevar la enfermedad o por falta de recursos, su caso no se notifica y su información no pasa a formar parte del informe final sobre el brote. El proceso de notificación también es lento, con un retraso considerable. Pueden pasar varias semanas hasta que el cultivo de una persona sometida a las pruebas adecuadas se contabilice en las cifras oficiales.
Irónicamente, la lechuga romana también estuvo implicada en Canadá en los talones de este brote, y la cepa de E. coli O157:H7 en ese brote era un pariente cercano de la identificada en los EE.UU. a partir de entonces. Aún no se sabe si las dos cepas proceden de la misma fuente (se producen mutaciones genéticas) o si los dos brotes fueron una mera coincidencia. Este brote de EE.UU. es uno de los mayores, y sólo un pequeño puñado de casos menor que el que se produjo en 2006, cuando se identificaron 205 víctimas en un brote relacionado con las espinacas baby - las verduras de hoja verde son las favoritas de la e. coli y la salmonela porque se contaminan con facilidad, no se someten a tratamiento térmico y son difíciles de limpiar.
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